viernes, 24 de noviembre de 2006

DIGNIDAD PROFESIONAL DEL PROFESORADO (I)

Me apetece reflexionar un poco sobre el concepto "dignidad profesional del profesorado". A qué nos referimos?... qué queremos reivindicar? no sé... Seguro que esto visto desde fuera suscita comentarios del tipo: "...se podrán quejar los profes, con lo bien que viven y las vacaciones que tienen...", pero vamos, esa postura esconde un desconocimiento de la tarea del docente así como un interés semioculto para que -sin tener que rascarse el bolsillo más- nos tengan y eduquen al nene (el orden no es casual) la mayor parte del tiempo para que podamos producir al máximo y podamos disfrutar del mayor número de cosas materiales posible, y produzcamos la mayor cantidad de basura que, al fin y al cabo, es la actividad humana más sobresaliente que se observaría en una cámara rápida desde el espacio.
Una vez centrada la macroestructura de todo este embrollo donde lo único que sabemos es que existe un descontento y un desasosiego sería bueno sacar la lupa y analizar el concepto dignidad e intentar entender el rol de los personajes.
Yo la dignidad de profesor la entiendo según las referencias que a través de la observación y el entendimiento he logrado cuajar en mi cabeza. A saber: en mis tiempos, el profesor representaba la autoridad del grupo de clase y también fuera del aula. Se le respetaba en primer lugar por ser una persona mayor y, además, por su formación y figura social. Aunque los maestros tenían que hacer "permanencias" a 100 pesetas por semana y se decían frases como "pasas más hambre que un maestro de escuela" , se les tenía respeto y agradecimiento, lo cuál era un sentimiento endorfínico para todos. Y por supuesto que he tenido maestros y profes con métodos reprobables, pero eso no tenía nada que ver con el respeto debido. Recuerdo cuando mi profesora de música tocaba el piano para nosotros ("ata la cinta amarilla a aquel viejo carro" o algo así, con mucho pedal y muy emborronado) ese era un día especial, y escuchábamos todos los críos con un silencio devoto. Hoy, cuando toco el piano para mis alumnos nadie me escucha, ellos siguen ignorándome y hablando entre ellos; usan mi música de fondo a sus conversaciones. De repente, un alumno me interrumpe y a voces me dice "oye, pon la de Melendi"... "pon la de..." , "pon la de"... ha dicho "pon la de..." ¿?¿?¿? Antes era todo muy claro, muy natural y muy fácil. El profe -más grande físicamente- vigilando las evoluciones de la manada, y los individuos vigilando el estado emocional del dirigente; si éste hacía algún gesto de desaprobación o enfado era mejor cambiar de actitud, y ese adiestramiento en la lectura facial del otro ha sido de inestimable valor para la vida. Mis últimas referencias de maestro han sido en el entorno del Conservatorio Superior. He recibido clases de compositores famosos, de concertistas y de escritores de libros que tenían a bien compartir su sapiencia con quienes teníamos la suerte de ser sus alumnos. Recuerdo un revuelo de conserjes preparándolo todo porque el maestro Oltra asomaba por la esquina o, por ejemplo, esperar al catedrático de acordeón en el banco del pasillo durante tres horas y mostrarme agradecido cuando llegó... Todas estas vivencias, entre otras, hacen que yo tenga en la cabeza una determinada idea de lo que representa un profesor aquí y no hace tantos años...
Aterricemos. ¿Qué cosas de la situación actual me parecen indignas de profesor? ¿Qué cosas son las que me hacen sentir mal porque no las he podido digerir ? Hoy puse un exámen a 3ºH y me los llevé al comedor porque en el aula de informática me di cuenta que se copiarían todos por estar codo con codo. El comedor es el sitio habitual para tales eventos. Al llegar, lo estaban fregando las señoras de la limpieza. Hemos ocupado las mesas que ya estaban prácticamente secas. Bien. Pues ha llegado la señora de la limpieza más mayor y me ha dicho de todo menos bonito, en un tono desafiante y en presencia de los alumnos: que era una desconsideración hacia su trabajo, que lo tenía que haber previsto, que lo tenía que haber informado con antelación, etc... hasta que ha llegado otra limpiadora que me ha auxiliado por pura pena, esgrimiendo que lo principal son los chicos y que ellas podrían limpiar en otro momento... Y es que siempre se ha dicho: la mejor defensa siempre es un ataque. Cualquiera es el guapo que le dice a la señora que limpie en otro momento, que resulta molesto molestar, pisar lo mojado y oler a lejía, sobre todo porque a alguien se le podría ocurrir proponer que se limpie cuando no haya actividad docente (que es lo más racional), es decir por la tarde, lo cual creo que no les apetecería lo más mínimo. Cualquiera es el guapo que les dice que no se dejen las sillas de pala del aula de música manga por hombro. Cualquiera es el guapo que habla del polvo, o de la suciedad que tienen las teclas del piano, o de la de veces que se ha retrasado la clase porque le han dado un mochazo a los cables del ordenador y han soltado y mojado la clavija de la tarjeta de sonido.... Lo que decíamos: la mejor defensa, un ataque... y lo más fascinante es que es inconsciente. La señora te enseña los dientes porque le ha dado un subidón de adrenalina y porque la consideración social del profesor es igual a conjunto vacío. Si para ella la dignidad de profesor hubiese sido algo más significativo, seguramente hubiese reprimido su impulso que al fin y al cabo es lo que diferencia a la gente educada de la que no lo está.
Bueno, por hoy es suficiente terapia. Otro día escribiré otro post para verbalizar esas cosas que afectan a la dignidad de profesor según mi criterio, claro... de esos "picotacicos en la cresta" que diría mi hermana Paquita que poco a poco y sin darnos cuenta nos ponen la comprensión y la adaptación al medio cada vez más difícil. Hablaremos de esos correos electrónicos con órdenes tan porque sí, de esas actitudes de personajes como el almacenero o el administrador, del maravilloso mundo de la representación sindical de los trabajadores y las trabajadoras, de la administración siempre amiga, de los padres... en fin, de todos los que contribuimos a forjar ese concepto que hemos dado en llamar dignidad de profesor.